viernes, 15 de noviembre de 2013

Jayne Mansfield 1967 en Zinéfilaz

Simon Liberati
Jayne Mansfield 1967
Éditions Grasset & Fasquelle 2011

 Según Mansfield, la palabra que mejor la definía era "crescendo".

Con esta cita comienza una novela que no parece una novela y a lo mejor ni siquiera lo es. Es uno de esos artefactos literarios pegados a la realidad que solo se llaman novela para evitar demandas judiciales; un género que se cultiva mucho en Francia y que a mí casi siempre me apetece mucho leer.

De Francia precisamente viene esta obrita deliciosa y tremendamente apetecible sobre ese monstruo mediático que fue Jayne Mansfield, de la que os hablo en Zinéfilaz.

Id allá a leerlo y, de paso, leed todo el blog de arriba a abajo, que mis compis valen mucho. Ya me contaréis. Hasta lueguito.

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domingo, 10 de noviembre de 2013

El héroe discreto

Me pregunto si no es también el título de la novela una contradicción in terminis, si al heroísmo no le corresponde per se la indiscreción, la popularidad, el ruido.

¿Y por qué me lo pregunto? Porque en esta novela de Vargas Llosa, que he disfrutado como una bestezuela, todo es doblez, enfrentado y contradictorio.

Empezando por la típica estructura dual vargasllosiana de dos relatos que discurren paralelos y se comunican mediante transvasitos pequeños, y siguiendo por todo lo demás, pues en El héroe discreto todo es uno y lo contrario; todo puede transformarse radical y repentinamente.

El héroe, por ejemplo, don Felícito, además de discreto, es villano: una bellísima persona capaz de engañar a su esposa durante décadas y de soltarle a su hijo las verdades más crueles que Lituma ha oído jamás. Su mujer, doña Gertrudis, pasa de puta a beata y de muda a parlanchina. Su amante, la dulce Mabel, es indómita y sumisa a la vez.

Y así con todos: don Rigoberto es un peruano que trabaja en seguros, pero tiene alma de artista europeo; Fonchito es ángel y diablo en uno; Ismael es un cabal hombre de negocios capaz de las mayores insensateces; Armida es al mismo tiempo humilde criada y dama multimillonaria. 

No hay certezas. Parafraseando a Greg House, todo el mundo engaña: los hombres a las mujeres; las mujeres a los hombres. Y, por encima de mujeres y hombres, dos embustes descomunales nos embaucan a la humanidad entera: la religión (la grande y la pequeña, la vaticana y la popular, en todas sus variantes, desde Bergoglio a la Beata Melchorita) y los medios de comunicación, capaces de hacernos tragar mentiras como puños.

Pero no queda ahí la cosa: existe todavía un embuste mayor; la madre de toda patraña, la gran fábrica de espejismos, la que alimenta a todas las demás falacias: la literarura, la ficción.

Tenemos, pues, un montón de opciones, multitud de versiones en las que creer o no creer. Que cada cual elija el engaño que mejor le ayude a vivir.

Mario Vargas Llosa
El héroe discreto
Alfaguara 2013


sábado, 2 de noviembre de 2013

Una gloria inmensa e inmotivada

La carrera de Jayne Mansfield se basa en una estrategia defensiva desde el momento en el que se instala en una gloria tan inmensa como inmotivada.

Mansfield llena sus vacíos y cumple con su papel para compensar su falta de esencia. La impostora, la mitómana a la que una madre rígida y exigente había desenmascarado ya en la adolescencia, encuentra en el star system el remedio a su fracaso íntimo.

Todo suceso afectivo aporta material al espectáculo. Con sus miserias elabora fetiches y centenares de artículos de prensa que se acumulan para construir un monumento tan sólido que todavía hoy el nombre de Mansfield ha sobrevivido a los títulos de sus películas.



Simon Liberati
Jayne Mansfield 1967
Éditions Grasset & Fasquelle 2011

La traducción y la adaptación son mías.


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