lunes, 30 de enero de 2012

Found in Translation

Casi todo lo que leemos son traducciones.
Casi todo lo que oímos (en cine, vídeo, televisión), también.
Y esto va a más.
Sin traducciones, el mundo, tal como lo conocemos, no funcionaría.
Y no es tan simple como sustituir una palabra por otra.

Siemon Allen: Land of Black Gold II

El once de febrero de dos mil once se inauguró esta muestra con once obras de once artistas.
Fue en el museo Guggehnheim de Nueva York. El pasado sábado 28 de enero se inauguró en el de Berlín.
Siemon Allen, Alejandro Cesarco, Patty Chang, Keren Cytter, Omer Fast, Brendan Fernandes, Sharon Hayes, Matt Keegan, Lisa Oppenheim, Sharif Waked y O Zhang exploran las intersecciones entre lenguaje, política, historia y fantasía.


Nat Trotman (del comisariado de Found in Translation):
La traduccion sirve como modelo y como metáfora para glosar críticamente el pasado y para abrir posibilidades imaginativas en el presente.
Vivimos envueltos en traducciones, en continuas transformaciones. ¿Qué se gana? ¿Qué se pierde en ellas?
El transvase de una lengua a otra supone negociar con la identidad (clase, raza, sexo, religión) y generar significado.
Una tarea lingüística en apariencia sencilla se convierte en un microcosmos en el que interactúan culturas y relaciones de poder y que al mismo tiempo se abre a nuevas posibilidades estéticas.
Los textos escritos se revelan como exploraciones del melodrama y el deseo.

jueves, 19 de enero de 2012

Limonov (y 7)

Aquí tienes las seis anteriores entradas sobre Limonov: una, dos, tres, cuatro, cinco y seis.


¿Qué hace hoy Limonov?

Limonov es hoy el presidente del comité ejecutivo del partido La Otra Rusia y a menudo protagoniza protestas de todo tipo, también callejeras, contra Vladimir Putin, que ha venido a convertirse en su definitivo capitán Lévitine: según una teoría del propio Limonov, el capitán Lévitine es ese tipo o tipa con el que te cruzas una o varias veces en tu vida, con quien instintiva, inconscientemente, sin siquiera desearlo, compites, y que te vence, te pasa por delante cuando tú sabes que eres mejor. Los capitanes Lévitine son letales para sus enemigos: te hunden, te enfrentan a tu miseria moral, te hieren ese ego que no querrías tener, esa vanidad que en otros ves estúpida. Limonov ha tenido varios capitanes Lévitine en su vida (Joseph Brodsky, por ejemplo, fue uno de ellos) y ahora se enfrenta al mayor, contra el que lucha con varias armas.

En enero de 2011 Limonov funda el movimiento Estrategia 31, que se manifiesta los días 31 del mes (es decir, una vez cada dos meses) en pro de la libertad de reunión, amparada teóricamente por el artículo 31 de la constitución rusa. Todos los 31 de mes, pues, se manifiesta, lo detienen, lo meten durante unos días e incluso semanas en prisión, a veces le dan unos porrazos y luego lo liberan.


Cuando acaba el libro de Carrère, Limonov está casado con Ekaterina Volkova, una joven actriz, muy conocida en Rusia gracias a una teleserie, y tiene dos hijos. Ahora leo que se han separado.

El 31 de noviembre de 2011 anuncia su candidatura a las elecciones presidenciales rusas de 2012 con un programa político que propone, entre otras medidas, crear una nueva capital en Siberia y transformar el Kremlim en museo.

Ese mismo día 31, durante la manifa habitual, lo detienen. El 6 de diciembre, todavía en prisión, concede una entrevista en la que afirma que ha optado por la vía de la resistencia civil, ya que no cree una revolución factible, y confiesa sentirse decepcionado por su ex correligionario Kasparov, a quien Limonov veía como futuro presidente de Rusia. Kasparov, sin la dureza ni el aguante de Limonov, se retiró de la escena política en 2007, tras ser detenido y pasar cinco días en prisión.

El 7 de diciembre de 2011 leo en rusiahoy.com que participó en la manifestación de protesta por el presunto fraude electoral en las elecciones legislativas rusas y fue detenido, con otras seiscientas personas más, aunque puesto en libertad horas más tarde.

El 18 de diciembre la comisión electoral rusa invalidó su candidatura a las elecciones presidenciales de 2012.

El 31 de diciembre también se manifiesta con Estrategia 31 y también lo detienen.

En las entrevistas que ha concedido, tras el éxito del libro en Francia, ha hablado mucho, sobre todo de política, que es en lo que está ahora, y sigue dando leña a todo; a Europa:

 Europa miente cuando dice que defiende el bien, la democracia, los derechos humanos, pues en realidad mata a los países diferentes, a los países diferentes, a las gentes diferentes. Europa persigue el bien con todos los medios del mal. Europa sufre una crisis profunda, una cirsis de conciencia. Está perdida.
Y a la Rusia de Putin-Medeiev, claro:

Aquí en Rusia se falsean tanto las encuentas como los resultados electorales. Hay quien se dedica a hacerlo de la manera más tranquila y rutinaria, y probablemente con la mejor de las intenciones.
Una pena que los libros haya que detenerlos en algún momento, porque me temo que Limonov todavía dará que hablar y que escribir como para rellenar aun varios volúmenes.

lunes, 16 de enero de 2012

Limonov (6)

Limonov escritor y amante

Además de en inglés y en francés, Limonov ha escrito sobre todo en ruso poesía, relatos, ensayos y una novela. En total tiene 51 volúmenes publicados. Los más jugosos, cínicos y violentos son los autobiográficos, siempre en ruso. En realidad, no es un escritor de ficción. Sólo tiene dos novelas “inventadas” y sobre una de ellas Óscar y las mujeres, casi todo el mundo coincide en que es muy floja. Su gran argumento es su propia vida. Prolífico y brillante, hay quien lo define como “el Bukowski ruso”.

De cada época de su vida da testimonio autobiográfico. Y en cada época le acompaña una mujer, un gran amor. La  mayoría de estas mujeres han sido rusas.

De sus andanzas como pandillero juvenil en Karkov cuenta en Historia de un granuja (Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, 1993). Cuando se instala en Moscú, comienza a publicar poemas, muy influidos por Vladimir Maiakovsky. En Karkov y Moscú su amante fue Anna, líder de la bohemia local.

En El poeta ruso prefiere a los negros grandes y Diario de un fracasado, que muchos consideran su mejor obra, habla de sus malas épocas en Nueva York durante los años 70, cuando vagabundeaba por las calles de Manhattan y tocaba fondo en muchos sentidos, mientras lloraba a Elena, la mujer con la que abandonó Rusia, y odiaba al mundo entero.

Su época de mayordomo la relata muy corrosiva  e incluso cruelmente en Historia de un servidor, que salió en español en 1991. Vivía entonces emparejado con el ama de llaves de la misma casa, norteamericana, la única de sus mujeres que no fue rusa.

En París su pareja es otra rusa, Natacha, cantante y alcohólica. Escribe entonces sobre todo artículos periodísticos, una novela y varios relatos.

Convertido en líder político opositor en Rusia, con más de cincuenta años, tiene una novia de dieciséis que aparenta doce.

En su estancia en la cárcel escribió Mis prisiones y El libro de las aguas, una reflexión lírica sobre los ríos, lagos y mares que marcaron su vida. Ya en libertad, sobre sus luchas contra Putin, ha publicado escritos políticos: La otra Rusia y Limonov contra Putin.

En Francia, dado el éxito del libro de Carrère, Albin Michel y Le Dilettante han reeditado varias de sus obras.

Su bibliografía completa está en limonow.de.

Continuará

jueves, 12 de enero de 2012

Limonov (5)

Su nombre se limpia un poco

Paradojas del destino, Limonov empieza a estar mejor visto cuando en 2001, durante el primer mandato de Putin, lo encarcelan por tráfico de armas y un presunto intento de golpe de estado y lo condenan a catorce años de prisión.

Su oposición al régimen de Putin le hace merecer los elogios de Elena Bonner y de Anna Politkóvskaya, tan bien consideradas ambas en Occidente, y elevadas casi a los altares. No lo ven como se le ve, por ejemplo, desde Francia, o sea, como un fascista despreciable que encabeza una cuadrilla de skinheads, sino que elogian su valentía y su integridad y creen que su partido es una oposición creíble al poder.

Aunque él reniega de esa imagen políticamente correcta y recuerda “No soy un disidente; soy un delincuente”, una campaña internacional por su liberación hace que solo pase dos años en la prisión Engels, un monstruo carcelario que no figura en los mapas, cuyos grifos de acero le recuerdan a unos diseñados de Philippe Starck que conoció en un hotel del lujo de Manhattan. Carrère hace notar que pocos seres humanos poseen una experiencia vital que les permita hacer semejante comparación.

Cuando sale de prisión funda la coalición La otra Rusia (Drougaia Rossia), con el ex campeón mundial de ajedrez Gari Kasparov y Mikhail Kassionov, antiguo ministro de Putin.

 Limonov y Kasparov

Funda también Lemonka (‘granada’), publicación underground prohibida después por el régimen.

El Partido Nacional Bolchevique fue ilegalizado en 2007 por “extremismo”. En ese mismo año 2007 se encuentran Carrère y Limonov. Bueno, mejor dicho se reencuentran, pues ya habían coincidido décadas antes en París. El reencuentro se produce en una manifestación de recuerdo a las víctimas del secuestro del teatro Dubrovka de Moscú:

Portan las pancartas huérfanos, viudos y viudas, madres y padres que han perdido a un hijo; no hay palabra para denominarlos, ni en ruso ni en francés. [Tampoco conozco yo esa palabra en ninguna otra lengua.]

A partir de 2009 Limonov se hace un habitual de la prensa rusa de todos los colores, gracias a variados escándalos y detenciones. Alcanza, así, un extraño estatus que mezcla el vedetismo de una estrella del pop con el de un agitador ultranacionalista.

Continuará

miércoles, 11 de enero de 2012

Limonov (4)

Regreso a Moscú

Antes de abandonar del todo París, en los años 90, viene la parte más negra de su biografía, la de su colegueo con Radovan Karadzik, un tipo acusado de minucias como genocidio o crímenes contra la humanidad.

Hay en Youtube un vídeo, titulado Russian Writer shooting at Sarajevo, entre criminal y grotesco, de Limonov con Karadzik, en el que el ruso dispara contra Sarajevo. Carrère confiesa que, cuando vio estas imágenes, se bloqueó y estuvo a punto de abandonar su proyecto de libro. Luego decidió retomarlo e intentar comprender, esforzarse por entrar en las cabezas de los hombres que aman la guerra, que reivindican la guerra como forma de vida. Como resultado, les dedica un par de páginas bellas y estremecedoras, de las mejores del libro. No convencen, por supuesto, nadie se vuelve militarista ni proserbio por leerlas, pero aclaran mucho.

Una vez en Rusia, decide crear una alianza entre la extrema izquierda y la extrema derecha y funda, así, el Partido Nacional Bolchevique, con una militancia inclasificable, los nasbols, “parcialmente skin, con toques de altermundialismo, izquierdismo disparatado y misticismo ruso”.


He encontrado en la red varios sitios referidos al Partido Nacional Bolchevique de España. Todos sin actualizar.

Volviendo a Rusia, la bandera de estos nasbols es como la nazi, pero con la cruz gamada sustituida por la hoz y el martillo. Ellos (son más ellos que ellas) tienen pinta de skin heads o punks; visten de negro, llevan el pelo rapado y Dr. Martens en los pies.


Limonov con la bandera del Partido Nacional Bolchevique

Su añoranza del estalinismo, sus tonteos con el fascismo, sus fotos con Le Pen y su amor por las armas lo convierten en un impresentable ante nuestras biempensantes cabezas occidentales. Un impresentable chic, pero impresentable.

lunes, 9 de enero de 2012

Limonov (3)

Varias vidas en una

La historia vital de Limonov es casi inabarcable. Ni en las más de trescientas páginas escritas por Carrère se agota.

Nació en una pequeña ciudad industrial cercana a Gorki, pero vivió su infancia y primera juventud en Karkov, Ucrania. Tuvo una adolescencia conflictiva y delictiva, aunque no dejó nunca de cultivarse intelectualmente.

A principios de los 70 se trasladó a Moscú y allí fue poeta bohemio. Alcanzó un éxito relativo y tocó las narices al régimen soviético hasta el punto de que fue “invitado” a abandonar la URSS y en 1974 partió hacia Nueva York.

En Nueva York las pasa canutas: vive en un hotel ruinoso y, a veces, en la puñetera calle. Se prostituye. Mejora su suerte cuando se empareja con un ama de llaves y consigue empleo como mayordomo en su misma casa.

Después de idealizarla desde Karkov y desde Moscú, América lo decepciona, como a tantísimos emigrados. En 1982 se instala en París, donde consigue vivir de lo que escribe. En Francia lo recuerdan más que nada por esa época parisina. Para los franceses Limonov es entonces un escritor, un intelectual y disidente soviético que no encaja en el estereotipo solzhenitsyneano: luce una coqueta perilla y escoge lo que viste, cultiva musculitos y parece más una estrella del rock, un libertario, un Rimbaud. De hecho, Solzhenitsyn lo detesta: dice de él que es “un insecto despreciable que escribe pornografía”.

En París lo pilla la caída del muro de Berlín y, cual francotirador loco, es el único que insulta con sus escritos a Gorbachov y publica cosas como esta:

En una noche, Egon Krenz [último secretario general del Partido Socialista de la Alemania del Este] ha conseguido por fin invadir Occidente. Contra todos los misiles de la OTAN, ha lanzado millares de jóvenes, de niños, de ancianas damas desarmadas, con los bolsillos vacíos y lo ojos inyectados en consumismo.

Tras la caída del bloque soviético, regresa para pasar unos días en Rusia y visitar a sus padres, después de más de veinte años sin verlos. Son hermosas las páginas sobre las conversaciones con su madre, que le ofrece regresar e instalarse en su humildísimo apartamento de Karkov y se disgusta con el Estado francés, que, a diferencia del soviético, obliga a sus ciudadanos a pagar el gas que consumen en casa.

Continuará

viernes, 6 de enero de 2012

Limonov (2)

La vida propia y la ajena

Limonov tiene un poco de cada una de las últimas obras de Carrère, en las que va y viene de su vida a las ajenas: por un lado, se centra en un personaje en concreto, como hacía en El Adversario; por otro,
Limonov podría ser su segunda novela rusa, ya que la primera fue Una novela rusa, en la que dejaba las vidas ajenas y volvía a la suya propia, y de qué manera. Luego regresa a las vidas ajenas precisamente con De vidas ajenas y luego se centra de lleno en Limonov.
 Carrère y Limonov en una viñeta de Mathias
 para Paris Match

Carrère no se atreve a decir que Limonov es una novela. Aunque la materia prima da para una novela picaresca o una Bildungsroman, aunque parte de una vida totalmente novelesca, y novelesca al estilo del XIX, con el nombre del protagonista en el título, con altibajos, tensión dramática, situaciones rocambolescas y personajes increíbles, prefiere decir que ha escrito un relato, una non fiction novel, una docuficción, porque lo que cuenta no es inventado.

Como también decía en la contraportada de De vidas ajenas, todo es cierto, real, aunque tampoco se puede decir que Limonov sea una biografía. Carrère se ha basado en los textos autobiográficos de Limonov y los ha dado por verdaderos. No se ha molestado en comprobar si lo relatado es rigurosamente cierto, se ha fiado por completo de la palabra de su protagonista: “Decidí fiarme de sus libros, porque, por extraño que pueda parecer, Limonov es de fiar. Tendrá muchos defectos, pero no miente, no tiene ningún superego ni se avergüenza de nada”, ha declarado Carrère en una entrevista.

Por el contrario, ciertas opiniones aparecidas en la prensa francesa aseguran que Limonov es un mitómano que no se molesta en distinguir entre la verdad y la mentira y que en este libro subyace un colosal engaño, pero ¿de quién a quién? ¿Limonov engaña a Carrère? ¿Carrère engaña al lector? ¿Limonov nos engaña a todos?

No tengo manera de responder a esas preguntas, no sé si Limonov es un adicto a la realidad, por cruel que sea, o un mentiroso inconsciente. Lo que sí es, sobre todo, es un hilo conductor fabuloso para recorrer variados escenarios, narrar varias vidas en una y desembocar en el hundimiento del imperio soviético, la perestroika, el postcomunismo y la Rusia terrible y convulsa de hoy en día; una buena excusa para dar cuerpo a estos tiempos confusos.

Gracias a Limonov sabemos, por ejemplo, que soviéticos y occidentales no compartimos en absoluto el mismo punto de vista sobre el postsovietismo, pues, a diferencia de en nuestras cabezas biempensantes, en Rusia se puede nombrar a Gorbachov y no suscitar ninguna polémica, ya que todo el mundo lo detesta y lo considera un fantoche. Boris Eltsin, para nosotros un populista borrachuzo, es un gran hombre de Estado (signifique eso lo que signifique, que nunca lo he sabido) y Vladimir Putin, ese pretendido supermacho blanquiñoso, no es en toda Rusia el diablo.

Limonov está escrita en primera persona. También cuando, en El adversario, Carrère se centró en Jean-Claude Roman, lo hizo en primera persona. Carrère, claro, ha tenido que darle varias vueltas a La hoguera de las vanidades, de Tom Wolfe, y, sobre todo, a A sangre fría, de Truman Capote. Se confiesa admirador de ambas obras (yo también las admiro mucho), pero no comparte la postura que Capote adopta como narrador: Capote finge que está absolutamente ausente del relato; borra sus propias huellas, como si su mano no existiera, como si la materia literaria se hubiera ordenado así por sí sola. Carrère opina que esta posición que adopta Capote es “absolutamente falta de honradez y moralmente atroz”.

Dice Carrère que, como lector, frente a un texto, le gusta sentir que hay alguien detrás. A mí me sucede lo mismo. Ese ser que se pretende real y que me habla en primera persona me convierte la experiencia en más directa, hace que confíe más en él.

Carrère, por eso, se mezcla, se moja, se pringa en el relato. Pinta un retrato en el que se refleja y es, en parte, también autorretrato. Presenta a Limonov en cuanto que este se relaciona con él. Lo describe, lo narra, lo juzga y, sobre todo, intenta comprenderlo. Por eso se detiene a explicar los aspectos que no comparte con él: su añoranza del estalinismo, su exaltación del fascismo, su tolerancia a la violencia. Carrère, lector diario de Libération,  se molesta por adentrarse en su pensamiento y alma y ver qué es lo que sustenta esa personalidad extravagante. Lo que hace es explicar, sencillamente explicar; y explica bien. Las pocas páginas en las que explica el fascismo, por ejemplo, me han servido más que todos los tochos teóricos que me he tragado en esta vida, porque se pregunta fundamentalmente por ese fascistilla cabrón que, más o menos reprimido, todos llevamos dentro.

Eso es, más o menos, lo que también hizo Carrère en El adversario y lo que hacen las buenas novelas negras que me gustan: abrir una ventanita a nuestro infierno interior, a los abismos oscuros en los que portamos el odio hacia nosotros mismos y nuestros semejantes.

martes, 3 de enero de 2012

Limonov (1)

Emmanuel Carrère: Limonov, P.O.L 2011


El título lo dice: este libro, que ha recibido el premio Renaudot de 2011, cuenta la historia de Edouard Limonov. Sin florituras estilísticas, sin saltos en el tiempo ni complicaciones formales, de la infancia a la madurez, pero, eso sí, con un montón de digresiones valiosas.

Lo primero que dice la contraportada del libro es que Limonov es un personaje real. Así y todo, lo dudé: no estoy al tanto de la actualidad rusa (bueno, no lo estaba; ahora sí) y no se puede fiar una de estos escritores de autoficción que engañan tanto y tan bien. No habría sido la primera vez que me trago una ficción completa, pensando que es real. Permanecí, pues, unos gozosos días en la duda y luego me tiré de cabeza al Google y sí: o hay una conspiración mundial para confundirnos, que todo puede ser, o Limonov es real. También es cierto que, si no fuera real, a Carrère se le habría ido mucho la mano, porque Limonov es más que nada, un personaje de novela, de novela de aventuras, o de película de aventuras, a la altura de los mejores de Joseph Conrad o el Fitzcarraldo de Werner Herzog.

En fin, es real, y está vivo. Es muy raro escribir la biografía de alguien que todavía está vivo, cuando ese alguien no es Cristiano Ronaldo ni Justin Bieber, pero sí, existe, está vivo, se llama en realidad Edouard Veniaminovitch Savenko, nació en Ucrania hace sesenta y ocho años, el próximo 22 de febrero cumplirá sesenta y nueve, es escritor y político y tiene blog: ed-limonov.livejournal.com.

Limonov en la Feria del Libro de Moscú.

Limonov no es, como tampoco lo era Jean-Claude Romand, el protagonista de El adversario, una novela anterior de Carrère, un personaje positivo. Lo más suave que puede decirse de él es que es controvertido, escandaloso, excéntrico, y lo que más se dice es que es un fascista y un cabrón.

Tampoco tienen Limomov y Carrère nada en común, aparte de la pasión por Alejandro Dumas. Más villano que héroe, más maldito que otra cosa, contestatario y provocador, Carrère reconoce en él una manera heroica de vivir, una voluntad que ha permanecido fiel al destino heroico que soñaba para sí mismo de niño, una obsesión por la gloria, más que por el éxito, una firme voluntad de “morir vivo, mejor que vivir muerto”y una sorprendente capacidad para “surfear sobre el caos”.

Lo que le fascina son todas las imágenes contrapuestas del personaje: el escritor golfo que conoció hace años, el guerrillero, el político, el disidente encarcelado y la estrella de las revistas del corazón.

O sencillamente que sean tan diferentes:

Vivo en un país tranquilo en el que la movilidad social es reducida. Nací en una familia burguesa del distrito XVI de París y ahora habito en el X. Soy hijo de un ejecutivo y una prestigiosa historiadora. Escribo libros y guiones y mi esposa es periodista. Mis padres tienen una casa en la isla de Ré y a mí me gustaría comprarme una en el Gard.
Todo eso no tiene nada de malo ni dice nada en contra de una amplia experiencia humana, pero sí es cierto que geográfica y socioculturalmente la vida no me ha alejado demasiado de mis bases. Y lo mismo puedo decir de la mayoría de la gente que conozco.
Limonov, en cambio, fue delincuente juvenil en Ucrania, ídolo del underground soviético, sintecho y mayordomo en Nueva York, escritor de moda en París, soldado en Los Balcanes y ahora, en el inmenso caos del postcomunismo, viejo jefe carismático de un partido de jóvenes desperados. Él se ve a sí mismo como un héroe; hay quien le considera un villano. Yo creo que su vida novelesca y peligrosa transmite algo, no solamente sobre sí mismo, no solamente sobre Rusia, sino también sobre nuestra historia común tras la Segunda Guerra Mundial.
[La traducción y adaptación son mías]
También tiene algo que ver la fascinación por Rusia, un país en el que,

de Vladivostok a Leningrado, hay once husos horarios y en las estaciones de tren las salidas y llegadas se indican con el de Moscú: los viajeros deben calcular la diferencia horaria.
Descendiente de rusos exiliados, para Carrère Rusia ha sido siempre “el territorio de la aventura y la desmesura”, “una fuente inagotable de historias”, “un lugar del mundo propicio para los destinos fuera de lo común”.

Agradezco a Carrère su representación de un país tan cercano y, a la vez, tan exótico y desconocido como Rusia y sus últimos años negros y llenos de sobresaltos. Le agradezco mis avances en léxico ruso (zapoï, samizdat, labardan) y ese tono periodístico y didáctico fluido, de frases secas, crudas, rápidas y densas.
 
Continuará.