martes, 29 de junio de 2010

El don de la vida

Hay quien opina que Fernando Vallejo no ha hecho nunca otra cosa que no sea reescribir una y otra vez su vida, como cuenta Karlos Linazasoro en su relato Sobre la retroactividad:
Ahora escribo yo mi pasado, salpico de una felicidad inefable todos mis días de la infancia y de la juventud.
Estas líneas de Linazasoro me han hecho pensar irremediablemente en Vallejo y en los días azules y luminosos de su infancia.

Porque es cierto que poco nuevo nos cuenta en El don de la vida. A sus odios de siempre (el lenguaje de los políticos, Octavio Paz, las embarazadas) añade un puñadito de nuevos o no tan nuevos (Borges -"Para ser un gran escritor hay que tener un alma grande y Borges no la tenía"-, García Márquez -"lambeculos de tiranos"-), a sus amores de siempre (sus perras -una con nombre vasco, Argia- y los animales en general, Medellín -"ciudad de mendigos y acuchillados"-, Cervantes, Mozart, Chavela Vargas) añade un brioso y alegre interés por el sexo (¿a la vejez se nos volvió chingón?), porque quita el mal humor; pero, eso sí, sin violencia y sin reproducción; y así sigue: cose historias, inserta exabruptos, suprime toda acción e hilo argumental y contnúa hasta que llega a la página ciento cincuenta o así, que es cuando decide poner FIN. Le importa un bledo repetirse infinitamente y me pregunto si está en un envidiable máximo punto de absoluta libertad narrativa o todavía puede ir más allá, aunque me inclino por lo segundo.

Me sigue gustando, embobando incluso, su lengua descarnada (como su misterioso interlocutor), feroz y dulce, que eleva a literario lo blasfemo y lo vulgar. Sigo aprendiendo bonitos insultos (tenéis unos cuantos en Wikiquote) y expresiones malsonantes y espero que no cumpla su palabra y publique otro libro. Aunque todos sean el mismo.


Fernando Vallejo: El don de la vida, Alfaguara 2010
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domingo, 27 de junio de 2010

jueves, 24 de junio de 2010

Beatificación ya

Si os dijera que era fan total de José Saramago, mentiría como una bellaca. Nunca terminé un libro suyo. Empecé El Evangelio según Jesucristo, por eso de la Historia Sagrada, que desde niña me ha fascinado, pero no pude con él. Lo dejé antes de las cincuenta páginas garciamarquecianas.

Pero me caía bien el hombre. Por eso, cuando mi amiga Nieves Lorenzo me dijo que tenía invitaciones para una conferencia de Saramago y Bernardo Atxaga sobre Blas de Otero, en Bilbao, le dije que claro, que me apuntaba.

No era la primera vez, y así lo dijo entonces Atxaga, que él y Saramago se fotografiaban juntos. Habían aparecido en público unos meses antes, junto con Manuel Vázquez Montalbán (ummmm, de los tres ya sólo queda vivo Atxaga; ¿qué sentirá en estos momentos?), con motivo de las elecciones al Parlamento Vasco, para pedir el voto para Izquierda Unida.

Y entonces se obró el primer milagro. Otra amiga literata, cuyo nombre omitiré, requemada y harta de lo que nos toca vivir política y socialmente en el País Vasco, había decidido echarse al monte y votar a Euskal Herritarrok. Pero Saramago la salvó. Así lo decía ella: "Saramago me ha salvado, me ha hecho ver la luz. Estuve a punto de perderme, de cometer una estupidez, pero él me mostró el camino, me iluminó."

La conferencia sobre Blas de Otero, en el Arriaga, en Bilbao, fue bonita, sentimental, simpática. Saramago hablaba portugués con palabras españolas y Atxaga estuvo en su estilo, que mi madre calificaría de jebo*.

Aquello fue el 20 de marzo de 2002, día de San Ambrosio Obispo. ¿Cómo lo recuerdo tan bien? Porque fue el día en que dejé de fumar. Apagué mi postrer pitillo a eso de las 9 de la mañana. Dije "Éste es el último" y de momento así ha sido, lo cual, considerando cuánto me gustaba fumar, con qué placer consumía mis marlboros, podría tratarse de otro milagro. No de San Ambrosio Obispo, sino de San José Saramago.

Espero que el Vaticano tome cartas en el asunto. Ya. No sé si ponerme a recopilar más milagros o firmas.


* jebo. Grafía incierta. Podría ser jevo, gebo o gevo. Nunca he visto esta palabra escrita, no sé si es vasca o castellana y Google no me ha sacado de dudas. La usan mi madre y mi tía, y la usaba mi abuela, para referirse a una persona que en público se muestra retraída, inadecuada, un poco palurda y cateta. ¿Alguien me puede ayudar con la definición?

Nota. Si escribes "beatificación" en Google Imágenes, te salen fotos de Juan Pablo II, Michael Jackson y Rocío Jurado. Yo no digo más ná.


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viernes, 18 de junio de 2010

Lecturas playeras

No creo yo que haya unas lecturas más apropiadas que otras para la playa, a no ser que nos refiramos al tamaño de los libros y al hecho de que hay que transportarlos junto con la sombrilla, la toalla y la silla, lo cual supone que no es lo mismo una edición de bolsillo que un tocho catedralicio o sueco.

A estas lecturas las llamo playeras porque han estado conmigo en la playa. Sin más.

Os cuento qué he tenido entre manos, para que sepáis de qué hablaremos por aquí próximamente.


Philippe Claudel: Le rapport de Brodeck, 2007. De esta novela ya os he puesto un miniavance. Tiene bastante miga. Nos dará mucho que hablar.

Andrea Camilleri: La pista de arena, 2009
Vuelve Montalbano. Vuelve el hombre.

Roberto Saviano: Gomorra, 2006. Vi la peli hace tiempo y ahora me dejo llevar a ratos por este texto apabullante, que tiene algo que ver con el anterior.
Kirmen Uribe: Bilbao-New York-Bilbao, Elkar 2008. El Premio Nacional de Narrativa de 2009 en versión original, en lengua vasca.
Alicia Giménez Bartlett: Día de perros, Planeta 1997. Segunda aventura de la inspectora Petra Delicado. Ya me he hecho con la serie completa de esta detective, para amenizarme el verano.
Me da que he leído alguna cosita más, pero ahora mismo no me acuerdo. Os beso.


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lunes, 7 de junio de 2010

Parón playero


Le he robado a Kweilan este bonito letrero para deciros que estoy en la playa y que he decidido parar unos diítas, puesto que, a pesar de que leo bastante, tengo la cabeza demasiado dispersa como para componer una entradita decente. Debe de ser el consumo excesivo de helados.

Volveré, no obstante, con la batería bien cargada. Nos leemos. Agur.

viernes, 4 de junio de 2010

Poesía y supervivencia

"Antaño leía mucho, sobre todo poesía, gracias al Padre Nösel, que me contagió su afición.
Sin embargo, cuando regresé del campo de concentración, apilé todos mis libros y les di fuego. Me quedé mirando cómo las llamas retorcían primero las palabras, luego las frases y después las páginas. La hoguera de poemas no era mejor, ni más noble, ni más graciosa que cualquier otra hoguera. No tenía nada de particular.
Más tarde supe que el Padre Nösel había muerto en un campo de concentración parecido al mío. La poesía no le había sido de ninguna utilidad para sobrevivir. Puede incluso que hubiera precipitado su agonía. Los miles de versos, en latín, en griego y en otras lenguas, que guardaba en la memoria como un gran tesoro, no le habían servido de nada."


Philippe Claudel: Le rapport de Brodeck, 2007
Adaptado y traducido por servidora de ustedes para que me digan qué les parece.

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