miércoles, 31 de marzo de 2010

La historia cultural de la menstruación

¡Cuánto daría por leer este libro en una lengua que me diera menos pereza que el inglés americano!

Se trata, como veis, de Flow: The Cultural Story Of Menstruation, de Susan Kim y Elissa Stein; salió en noviembre del año pasado y tiene web propia.

Flow adopta el estilo atrevido de las revistas para jovencitas (primera persona del singular y mucho signo de admiración) para contarnos la historia cultural (a veces sorprendente, a veces absurda, a veces terrorífica) de la menstruación: de los baños purificadores rituales a la menopausia, de la histeria a la histerectomía, la píldora, los retortijones, la ropa interior, las diapositivas sobre "sexualidad" que nos ponían en séptimo de EGB, anécdotas horripilantes (Plinio afirmaba que la sangre menstrual envenenaba la fauna y la flora; tú sí que eres venenoso), consideraciones varias sobre la higiene femenina y los métodos anticonceptivos, el debate "compresa contra tampón", que en el fondo es una sofisticada estrategia de marketing, la primitiva tecnología sanitaria (cinturones y alfileres), la evolución de la compresa durante la Primera Guerra Mundial, cuando las enfermeras descubrieron que la celulosa era más absorbente que el algodón, y si esta experiencia femenina universal es una bendición, una maldición o sólo una parte de la vida.

Stein y Kim no se acobardan al tener que contestar a preguntas inquietantes como qué hacían las mujeres antes de que existieran las compresas y los tampones, qué pasa con esos fármacos que dicen que te quitan la menstruación, ¿son una buena idea o no?; y ¿practicar sexo mientras menstrúas es excitante o asqueroso?

Con información e irreverencia, Flow se ocupa de un hecho cotidiano que, sin embargo, sigue siendo tabú (todavía sucede que, si hay hombres presentes, las chicas no hablamos de la regla y, si hablamos, algunos se sienten incómodos y, para librarse de la incomodidad, harán un chiste de mal gusto), e intenta librarlo del estigma que arrastra desde hace siglos.

Por fa, por fa, si lo veis traducido, avisad. Aunque fíjate que igual me animo con el original y todo.

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domingo, 28 de marzo de 2010

Un extraño en mi tumba

Le tenía ganas yo a Margaret Millar, pues todo el mundo la calificaba de maestra, de virtuosa que se vio injustamente ensombrecida por su esposo, Kenneth Millar, más conocido como Ross McDonald. No debe de ser casualidad, pues, que Un extraño en mi tumba hable sobre todo de la identidad, de lo que somos y lo que no somos, lo que ven en nosotros y lo que no ven, lo que conocemos y lo que desconocemos de íntimos y extraños, lo que queremos que vean y lo que ocultamos, lo que decimos y lo que callamos bajo sonrisas tranquilas.

Todo eso que acabo de escribir tenía que haberlo puesto en femenino, porque la novela tiene un enfoque de género (negro y rosa) excepcional. La protagonista, que, no por casualidad, aquí tampoco, se llama Daisy ('margarita') dice muchas de esas cosas que se nos pasan por el alma a las chicas pero pocas veces vemos escritas; todo el libro respira atmósferas mujeriles muy reconocibles.

Daisy es una supuestamente feliz "señora de", con tiempo de sobra para aburrirse e imaginar tonterías, de manera que, cuando sueña con su propia tumba y su fecha de defunción, nadie le hace ni puñetero caso. En realidad, nadie le hace ni puñetero caso nunca: los cercanos están demasiado ocupados protegiendo su  inocencia y los extraños nunca se han molestado en intentar conversar con ella, así que nadie ha podido descubrir que es inteligente y cultivada y todos la tratan como suponen que es: un ángel dulce, simple, infantil, compasivo e histérico.

Además, hay una coprotagonista, Juanita, tan diferente a Daisy que ambas componen con sus dos caras la misma identidad. Y tienen en común que sus respectivas madres son dos de esas lobas destructivas que se empeñan en destrozarte la vida por tu bien.

Otros ingredientes de la novela son el racismo, el podrido ideal de vida americano y el fanatismo religioso, todo ello en la dorada California de los años 50, verdadero reino de la hipocresía y el disimulo.

Volveré sin duda a Millar. Volveré.

Margaret Millar
A Stranger in my Grave, 1960
Un extraño en mi tumba, RBA, 2008
Traducción de Ramón Hervás

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jueves, 25 de marzo de 2010

La que me espera

Regreso a casa y en las librerías me esperan varias novedades de autoras y autores que me gustan.

Para empezar, la más deseada: Ruth Rendell y El agua está espléndida (The Water's Lovely, 2006), en Ediciones Plata. Desde que se tradujo al español Adam and Eve and Pinch Me (2001), no habíamos tenido novedades de Rendell en las librerías. Entre esta novela y la que ahora se ha publicado hay dos sin traducir firmadas por Rendell: The Rottweiler (2003) y Thirteen Steps Down (2004); y otras dos firmadas con su pseudónimo Barbara Vine: The Minotaur (2005) y The Birthday Present (2008). Suplico a la industria editorial española que se anime con estas traducciones; por caridad y polamol de dios.

Luego viene Lorenzo Silva con una nueva entrega de la pareja Bevilacqua y Chamorro: La estrategia del agua (Destino, 2010). La leeré con ganas aunque trata de un asunto tan antipático como las presuntas denuncias falsas por maltrato.

Emocionada estoy porque también me espera Fernando Vallejo con El don de la vida (Alfaguara).


También tenemos obra nueva de Jaime Bayly: El cojo y el loco (Alfaguara).


Y last but not least José Javier Abasolo con Pájaros sin alas (Erein), que ha tenido el detalle de sacar en la portada mi lugar de trabajo, en el marco incomparable de la ría y no lejos del Puenta Colgante. Premio a la agudeza visual para quien encuentre mi ventanita.

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lunes, 22 de marzo de 2010

Ávila

En Ávila aprendo que el misticismo es activismo.









Y me paro a escuchar a una banda de cornetas y tambores que interpreta "My Way".
¡Si Frank Sinatra y Sid Vicious levantaran la cabeza!


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domingo, 21 de marzo de 2010

Córdoba


En Córdoba he desayunado en tascas con porrones de aceite sobre la mesa.

He comido mazamorra, salmorejo, berenjenas con miel y quesos de Zuheros. 


Y he visto las primeras golondrinas.

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jueves, 18 de marzo de 2010

Sevilla revive

Ha llovido mucho últimamente y en Sevilla acogen al sol con gusto. Lo celebran tomando la calles, las plazas, las terracitas y la hierba. Cenan en la calle y se quitan las chaquetas, aunque en algunos rincones, en algunas callejuelas estrechas, el sol tarda en entrar y hace falta ser de Oslo para eso.

Me dejo impresionar por la monumentalidad, por los palacios, los conventos incontables, los patios que se ven desde la calle, por el marco incomparable, que en Sevilla es indiscutible: la vista nocturna desde la calle Betis de Triana. ¡Oohhhh!

Como no llevo la cámara de fotos en ristre, las gitanas que tienden ramitas de romero no me toman por turista y ni me miran. Pero cometo el error de pararme ante un escaparate de abanicos y entonces una me dice: "Morena, te voy a hasé un regalito." Y yo me hago la guiri y le contesto en vasco: "Ez, eskerrik asko."

Los vendedores callejeros de incienso, las colas ante las tiendas de capirotes, los vestidos de flamenca en los escaparates ("Con su traje, gratis flor y mantoncillo"), los tinglados de gradas en las plazas nos dicen que falta poco para la Semana Santa y para la Feria de Abril, así que igual es buen momento para marcharme. Adiós.




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miércoles, 17 de marzo de 2010

lunes, 15 de marzo de 2010

Consuegra

Consuegra es un pueblo como Dios manda, con todo lo que tiene que tener un pueblo, como, por ejemplo, iglesias (¡qué bonitas las iglesias manchegas, de una sola nave con cúpula y tan luminosas!), un precioso Teatro Cervantes (ya lo he dicho, estamos en La Mancha, así que aquí todo es cervantino, quijotesco y un poco almodovariano), plaza del ayuntamiento, calle mayor con tiendas que sobreviven a la globalización, bandas de cornetas y tambores que ya ensayan para la Semana Santa, una impagable colina con molinos de viento que se llama Cerro Calderico (no me he resistido a ponéroslo en las fotos) y otras dos cositas que servidora, que intenta hacer vida sana, valora bastante.

Una es ya una deformación: llego a un sitio y busco por los alrededores un lugar apropiado por donde poder echar unas carreritas. En Consuegra está fácil: hay un paseo magnífico y muy largo a orillas del río Amarguillo, que baja caudalosísimo (ha llovido mucho últimamente y están los campos anegados) y huele raro, como a bodega. Leo que en el siglo XIX el río se desbordó y mató a trescientas personas, que supongo que entonces sería buena parte del pueblo. Por más que miro y remiro no me explico cómo se puede ahogar gente en esta inmensa planicie. Será que tengo poca imaginación o ignoro detalles fundamentales.

La otra cosa que busco y valoro es un sitio donde cenar algo ligero. Felizmente celebran en estos días en Consuegra las III Jornadas de las Tapas y Pinchos Medievales. Cada bar del pueblo prepara un pincho determinado y te dan una cartilla que te sellan según los vas catando, cual etapas del viacrucis o del camino jacobeo. Yo empiezo con un croquetón manchego con virutas de jamón y ahí me planto, que era cosa de cenar ligero, os lo recuerdo.

Me llevo un bonito recuerdo, además, de las casonas manchegas con sus patios y la intención de volver por aquí para pasar más tiempo. Y me voy pa Sevilla.

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jueves, 11 de marzo de 2010

Hoja de ruta para los próximos días

De Bilbao a Consuegra (Toledo).
 

De Consuegra a Sevilla.
 

De Sevilla a Córdoba.

De Córdoba a Ávila.



Y de Ávila, de vuelta a casita, a Bilbao.

Como no conozco bien esas ciudades y tendré tiempo libre, acepto todo tipo de sugerencias.

Bueno, os dejo, que tengo que hacer la maleta. Ya os pondré unas letras en cuanto pueda. Hasta prontito. Besos.

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domingo, 7 de marzo de 2010

Up in the air

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La felicidad puede estar en cualquier parte. Por extraño que parezca, Ryan Bingham es feliz arrastrando su trolley por aeropuertos y hoteles, arrabales y financial districts, todo plástico y cristal. Le gusta su vida; cómo no le va a gustar si se mira al espejo y ve el porte de Gorge Clooney y, sobre todo, si se compara con esos pobres desgraciados a los que deja sin trabajo en Tulsa, Des Moines y Wichita. Todo va bien, todo fluye, todo rueda hasta que una mocosa con ambiciones y una madura cínica le trastocan la existencia.

Las torres de cristal, las habitaciones peladas, los pasillos enmoquetados marrones y grises, la complicidad entre un maduro y una veinteañera me han hecho acordarme de Lost in Translation. Y, cómo no, la escena del karaoke en la que Anna Kendrick canta Time after time con tan poca gracia como Scarlett Johansson cantaba Brass in pocket.

Y por supuesto que también me he tenido que acordar de El gran Lebowski cuando he visto a Sam Elliott haciendo el mismo personaje semionírico semidivino.

Yo disfruté viéndola, hasta que empezó a hacerse previsible y empezaron a venderme el mito de la familia.

Up in the air, USA, 2009
Dirección: Jason Reitman 
Interpretación: George Clooney (Ryan Bingham), Vera Farmiga (Alex), Anna Kendrick (Natalie Keener), Jason Bateman (Craig Gregory), Danny McBride (Jim), Melanie Lynskey (Julie Bingham), Amy Morton (Kara Bingham), Sam Elliott (Maynard Finch), J.K. Simmons (Bob), Zach Galifianakis (Steve), Chris Lowell (Kevin). Guión: Jason Reitman y Sheldon Turner; basado en la novela de Walter Kirn. Producción: Ivan Reitman, Jason Reitman, Daniel Dubiecki y Jeffrey Clifford. Música: Rolfe Kent. Fotografía: Eric Steelberg. Vestuario: Danny Glicker. 

Ficha de La butaca.

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miércoles, 3 de marzo de 2010

El islandés

Por fin piqué con el islandés. ¿Qué islandés? Pues cuál va a ser, el único que conozco. Islandesa conozco a otra, pero islandés, a Arnaldur Indridason y para de contar.

Viene este buen hombre envuelto en el halo de su gran éxito en Francia y alrededores. Concretamente, la novela que me he leído, La mujer de verde, es una de las negras más premiadas en los últimos tiempos tanto en Europa como en Estados Unidos. La crítica habla de personajes enigmáticos que se hacen cómplices del lector y tramas electrizantes.

Pues cuánto lo siento, porque yo no he percibido nada de eso, sino más bien un protagonista insustancial y aburrido con un currículum personal estomagante y una intriga que se estira, se interrumpe y se ralentiza tanto, que acaba perdiendo interés, entrelazada, además, con una vulgarísima, torpe y roma historia de maltrato conyugal. Todo se supone que desemboca en una sorprendente revelación final, pero quienes hemos visto toneladas de películas chungas sabemos que, por lo general, las tracas finales hacen pifff en vez de ¡brrraaamm!

En fin, que debo de ser la única que no se deja arrastrar por los nórdicos tan de moda últimamente. No los pillo, no los capto, no les veo la brillantez ni el mérito por casi ningún lado, los encuentro simplones y demasiado aficionados al relleno de saldo (esos monólogos del prota, con que si es un niño perdido en la ventisca que todavía no se ha encontrado a sí mismo. ¡Ay, qué pereza!). Y, en conclusión, me hago una pregunta que no me quería hacer: ¿serán las traducciones?

Por cierto, ya metida en asuntos técnicos, me apuesto mis plantaciones de algodón a que este texto de La mujer de verde no ha pasado ante los ojos de ningún corrector de estilo. Y tengo pruebas. Muy mal, señoras y señores de RBA, muy mal.

Bueno, y ahora toca decir lo bueno de la novela: que me lleva a Islandia, me explica el país, me cuenta su historia reciente y menos reciente, me dice cómo viven los islandeses, cómo pasaron la Segunda Guerra Mundial, cómo es su clima de infierno con doscientos cincuenta días de lluvia al año, cómo son sus tierras sin árboles, su idioma irreductible y resistente, cómo dejó de ser un país agrícola para convertirse en pesquero y banquero. No me cuenta nada, en cambio, porque no corresponde a la época, del batacazo financiero de 2008, algo que, según dice el propio Indridason en alguna entrevista que le he leído por ahí, es "una ruptura absoluta en la historia de Islandia" y que dejará huellas políticas, emocionales y artísticas y literarias, claro.

Pues mira, es una buena razón para seguir leyéndole las novelas, a ver si de una maldita vez lo entiendo.

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