domingo, 29 de abril de 2007

Adiós a abril y a "S de silencio"

Prometo de momento no dar más la tabarra con Grafton (en la foto), que parece que me dan comisión por promocionarla y no es así, mes amis. De manera que pongo cuatro letras más sobre "S de silencio" y me despido de ella como del mes de abril.

La principal novedad de esta entrega del Alfabeto del Crimen es que el relato se descompone en dos, a la manera vargasllosiana: la mayoría de los capítulos se desarrollan en los años ochenta; uno de cada cuatro, en cambio, regresa a 1953, cuando sucedió la desaparición que investiga Millhone. Esto no había pasado en ninguna novela anterior. Tampoco que los capítulos llevaran título: en "S de silencio", sin embargo, los que suceden en 1953 se nombran como el o la testigo que declara qué pasó en los días previos a la desaparición de Violet y llevan también la fecha de ese día.

En esos capítulos de 1953, Grafton, que nació en 1940, aprovecha para recrear sus recuerdos de adolescente. Dos de las protagonistas tienen catorce años, suspiran por James Dean y Stewart Granger, escriben poemas de amor en folios de color rosado y, cada una a su manera, no piensan más que en chicos. Hasta a Millhone se le escapan de vez en cuando retazos del pasado, de esa infancia suya de la que tan poco sabemos: sólo que se partió en dos a los cinco años, cuando murieron sus padres.

Frente a esas dos niñas hay tres hombres maduros, inquietantes. Entre su negro mundo y el rosa de las chiquillas, está la desaparecida Violet, que viste siempre del color de su nombre. Violet era "un soplo de aire fresco" en Serena Station, un pueblecillo de la California profunda. Era un espíritu libre; a su lado, todos eran sosos y grises. Violet les recordaba "todo aquello que deseaban pero no se atrevían a intentar conseguir".

Es el gran personaje de esta novela, la tremenda Violet, una femme fatale de pueblo, de físico explosivo y conducta escandalosa, a la que debemos esta frase de antología: "Tú no sabes por lo que han de pasar las mujeres para consegir dinero".

Y ya puesta a transcribir citas memorables, válgame esta de la ínclita Millhone: "Preferiría una Big Mac con queso a cualquier otra comida en el mundo". ¿Qué pensará José Bové?

Grafton ya anuncia en su web que el 4 de diciembre se pondrá a la venta T is for Trespass. ¿Aguantaré hasta entonces sin escribir nada sobre ella?

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jueves, 26 de abril de 2007

Se lo debo

Gracias al Statcounter sé que este mi humilde blog recibe muchísimas visitas de Argentina, de gente que ha tecleado en Google "Manuel Puig, Boquitas pintadas". Algunos dan más pistas, pues teclean: "Boquitas pintadas trabajo práctico de tercero".

Como me siento en deuda con toda esa gente que busca información sobre esa obra cumbre de su literatura, voy a recopilar todo lo que pueda sobre Manuel Puig, patrón de este blog, y la novela que le da nombre. Va por ustedes.

El primer sitio al que acudo yo casi siempre en busca de información es la Wikipedia. Ésta es la entrada de Manuel Puig en español y ésta en inglés.

En esta web he descubierto que existe una versión en cómic de Boquitas pintadas.

Este sitio recopila varios artículos interesantes sobre Puig. El de Vargas Llosa, con el bonito título de Disparen sobre el novelista, habla de la biografía que publicó en español en 2002 Suzanne Jill Levine, su traductora al inglés. Esa biografía la tiene servidora en casa y la recomienda vivamente.

Por una vez en mi vida no coincido con Vargas Llosa: dice que su novela favorita de Puig es The Buenos Aires Affair. La mía, no.

Otro libro sobre Puig que tengo por casa es La realidad en la novelística de Manuel Puig, de Patricia B. Jessen, en la editorial Pliegos.

Aquí hay una entrevista a Puig de 1986.

Este artículo en Clarín conmemora los quince años transcurridos tras su muerte. Lo firma Patricio Lóizaga y al pie leo que fue el encargado de un homenaje a Puig celebrado en el Centro Borges. ¡Ja! ¡Qué hermosa venganza! Borges, un misógino genial, saludó sarcásticamente la publicación de Boquitas pintadas con la frase: "¡Qué bien! ¡Por fin una novela Max Factor!"

Aquí hay algunos apuntes biográficos y varios artículos sobre Puig y su obra.

También he encontrado este artículo, muy interesante, de 2004. Y aquí, información sobre el Archivo Manuel Puig.

Dante Bertini, que trató a Puig en Buenos Aires, se lanza a escribir por entregas Las cenizas de Manuel Puig en su blog Cacho de pan.

Tengo pendientes mis cuatro letras, mi homenaje personal e intransferible a uno de mis escritores favoritos y a una de mis novelas preferidas. Un día de estos me pongo a ello.

Y sin más, espero que esta recopilación les haga perdonarme por haberles hecho perder el tiempo. Ha sido un placer. Hasta siempre.

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martes, 24 de abril de 2007

Así transcurrió lo de Juan Bas

Ayer, 23 de abril, para celebrar el Día del Libro, el Ayuntamiento de Portugalete organizó una charla del escritor bilbaíno Juan Bas, un señor que en casi todos los títulos de sus obras hace referencia al comer o al beber: Alacranes en su tinta, La taberna de los tres monos, Tratado sobre la resaca, Voracidad…

Presentó la charla Javier Maura, otro novelista bilbaíno. Maura nos adelantó varias cosas interesantes sobre Bas: que está traducido a cinco idiomas y que, además de escritor de novelas, también es guionista (por ejemplo, de Farmacia de guardia y Turno de oficio, dos series de televisión muy conocidas en España) y columnista; ha publicado también obras de literatura infantil y juvenil y relatos cortos.

Javier Maura nos hizo apreciar el lado hedonista, vividor, de Bas, su humor negro y el gusto por el exceso. Es un irreverente que se atreve a arremeter contra lo más sagrado de su mundo local: el Athletic Club de Fútbol de Bilbao.

Para Javier Maura, la mejor novela de Bas es La cuenta atrás, donde narra la gloria y el declive de un personaje literario donde los haya: un levantador de piedras guipuzcoano promocionado a boxeador de éxito.

Esta historia, basada, como algunas teleseries, en hechos reales, nos pone ya en el territorio favorito de Bas, donde la ficción y la realidad se (con)funden. La colisión de ambos mundos se hace visible, en opinión del propio Bas, en las ferias de libros donde los autores firman sus ejemplares y tienen la ocasión de charlar un ratito con su público lector. Allí al bueno de Bas le ha pasado de todo: le han confundido con el librero, ha presenciado conversaciones en las que calificaban sus novelas como “una mierda” y le han pedido una segunda parte de “Calamares con tomate”.

Si la literatura se entremezcla con la realidad, qué decir de la ficción fílmica, de la televisión. De esto también sabe Bas un rato, tras su experiencia en Páginas ocultas de la historia, una serie de Televisión Española sobre episodios de la historia de España que jamás ocurrieron.

Aquí y en otras series con mucha más audiencia, como Farmacia de guardia, pudo constatar hasta dónde llega el inmenso poder de la televisión. Y coincido con él en que la televisión es un juguete demasiado poderoso como para tratarlo, como sucede habitualmente, con altivez y desprecio intelectual.

Cuenta que, en las visitas al plató donde se rodaba la serie, veía cómo el público hablaba a los actores dirigiéndose en realidad a sus personajes. También conoció el caso de una actriz starlette que no sabía bien hasta dónde llegaba su propia vida y dónde empezaba su personaje. Eso le hizo pensar en estrellas como Bela Lugosi o Johnny Weissmuller, que, al final de sus vidas, demenciados, dormía en un ataúd, el uno, y aullaba como en la selva, el otro.

La novela de Juan Bas que más ha llegado y que más se ha vendido es Alacranes en su tinta. Además, se sigue vendiendo, poquito a poquito, pero continuadamente, años después de su aparición. Bas dice que no sabe por qué: yo sé que es por el boca-oreja y porque a todos nos gusta reírnos. Es opinión general que se trata de un libro tronchante y que, sorprendentemente, a pesar de ser muy local, muy de Bilbao, ha gustado bastante en Alemania.

Alacranes, en Bilbao, también ha traspasado las barreras de la ficción y se ha instalado en la realidad, dando pie a alguna que otra leyenda urbana y, sobre todo, a un restaurante que se llama como un bar de pinchos del relato: El Mapamundi de Bilbao.

Para terminar, volvió Bas a las ferias de libros, pues en una de ellas oyó lo más hermoso que le han dicho como escritor, de labios de un lector: que la ficción sirve para escapar de la realidad y hacerla menos atroz, y que leyendo se vuelve la vida mucho más soportable y más ligera.

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viernes, 20 de abril de 2007

Los Who tocan en Barakaldo

Nunca creí que escribiría una frase así y que fuera cierta.

Yo pasé mi infancia en Barakaldo, acompañada, entre otros, de The Who, de Roger Daltrey y de Keith Moon.
Luego nos separamos: yo me fui a vivir a otro sitio, Roger Daltrey marchó a rodar Tommy y Keith Moon se mudó al paraíso de los baterías locos.
Desde entonces ha pasado mucha agua bajo los puentes del Galindo y el Cadagua, que son los ríos que separan Barakaldo de Sestao y de Bilbao. Y décadas después, ahora, tenemos una cita otra vez en Barakaldo.

Yo no voy a poder ir: tengo otro compromiso. Se confirma que Keith Moon tampoco va: tiene que seguir en el más allá destrozando escenarios. Así que allí aparecerá Roger Daltrey solito.

Vas a ver, Roger, qué cambiado está todo.

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Y Juan Bas torea en Portugalete

A esto sí que iré.

Juan Bas tiene su propia web y entrada en la wikipedia.

Este restaurante está decorado con fragmentos de su prosa.

El lunes tendremos ocasión de charlar un ratito con él. Ya os contaré qué tal. Seguro que bien.


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miércoles, 18 de abril de 2007

Eskerronez

Mi amiga y suscriptora Nieves Lorenzo me envía este poema:

Yo lo noto: cómo me voy volviendo
menos cierto, confuso,
disolviéndome
en aire cotidiano, burdo
jirón de mí, deshilachado
y roto por los puños.

Yo comprendo: he vivido
un año más, y eso es muy duro.
¡Mover el corazón todos los días
casi cien veces por minuto!

Para vivir un año es necesario
morirse muchas veces mucho.
ÁNGEL GONZÁLEZ: Áspero mundo



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lunes, 16 de abril de 2007

La parroquia de mi barrio

La parroquia de mi barrio, que no tiene entrada en la wikipedia, se llama parroquia del Buen Pastor; en vascuence, Artzain Ona y, en inglés, qué casualidad, como la película que acaba de estrenar por estos lares Robert de Niro: The good shepherd, un repasito a la historia de los EEUU y, por extensión, a la nuestra, de la Segunda Guerra Mundial a Bahía de Cochinos.

El primer dato llamativo del filme es que dura dos horas y cuarenta y siete minutos. Como dicen en Camera Café, eso no es una peli: es un secuestro exprés.

De Niro nos presenta en primicia a la célula madre de la CIA: una de esas sociedades secretas racistas, clasistas y sexistas donde sólo ingresan varones blancos de buena familia y exquisita formación y que, como rito de iniciación, obligan a los nuevos miembros a luchar desnudos en el barro. Oh my God!

Aquí ingresa el bueno de Wilson (Matt Damon), que acaba convirtiéndose en un espía de despacho. Advertencia al respecto: que no vaya a ver la peli nadie que espere acción o explosiones de coches.

Me molesta tener que decir que Damon hace bien de Wilson, pero así es, aunque no pone más que una cara en todo el metraje. Bueno, pone dos. Una al principio, cuando debuta como espía y se siente ridículo por tener que repetir contraseñas absurdas como "Quiero un traje con tres botones". Y otra cuando ya se consolida en el oficio: no expresa nada, mira para abajo y no sonríe jamás. Podría decirse que no actúa: sólo se deja llevar. Por ejemplo, no toma la iniciativa con ninguna mujer. Las tres que se liga le entran a él y no se resiste. Y tiene debilidad por las chicas con audífono. Toma fetichismo.

El guión, la puesta en escena y la banda sonora son como la cara de Damon: uniformes. Nada chirría; excepto en un par de escenitas violentas, no hay una voz más alta que otra.

El reparto es de lujo: Angelina Jolie en el insólito papel de ¡esposa desatendida! por un funcionario con dedicación exclusiva. William Hurt en el papel de funcionario corrupto. El inmenso John Turturro en el papel de funcionario torturador. Joe Pesci, encasillado en el papel de siempre y bordándolo, claro. Y Robert de Niro, como es el dire, se reserva el papel de dios; ya tenía ganas de interpretarlo después de haber sido satán en El corazón del ángel. Por cierto: excepto Jolie, que es una criatura, están todos muy mayores.

Los diálogos no son puro relleno. Hay frases jugosas sobre EEUU y su función en el mundo, que rezuman desencanto y cinismo. En cierta escena alguien le dice a Damon: Así que usted es de la CIA, esos que provocan las grandes guerras. Y Damon le contesta: No, nos aseguramos de que sean pequeñas.

¿Lo veis, gentes malpensadas? Como en la parroquia de mi barrio, en la CIA también trabajan por la paz.

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sábado, 14 de abril de 2007

¡Qué envidia tengo a los franceses!

Adoro la France por muchas razones y no es la menor de ellas el respeto que allí tienen al género negro.

Así pues, arrastrada por este tipo de bajas pasiones, una cuasiabstemia como yo recaló en Cognac, deliciosa ciudad llenita de ingleses que van a pillar priva, con estupendos restaurantes y un festival de cine negro para caerse de espaldas.

En Burdeos y Toulouse, ciudades que me tocan por cercanía geográfica, tenemos librerías gordas, de las buenas, de las de siempre. En Burdeos está Mollat, que, según reza en su publicidad, es la mayor librería independiente de Francia. No está mal. Y en Toulouse, en plena plaza del Capitolio, bien céntrica para que nadie se la pierda, está Castela, que, al parecer, no tiene página web o no he sabido encontrarla.

Tanto en una como en otra (y en muchas más de Francia, claro, pero no puedo hablar aquí de todas) te encuentras varias paredes enteras, hasta el techo, de polar. Mi idea del paraíso se parece mucho a eso. Allí topa una, por ejemplo, unos tochos enormes de "Todo Wexford", es decir, todas las novelas del Wexford de Rendell en un solo volumen. También son mis lugares habituales de aprovisionamiento de las novelas de Jonquet, que en español no tiene mucho traducido, por lo que aprovecho la ocasión para ofrecer mis servicios: señoras y señores editores, si hace falta una traductora, aquí está servidora dispuesta.

Sí tiene algo más traducido y, por supuesto, también se encuentra fácilmente en su país, Fred Vargas, que no es santa de mi devoción, pero también la leo y le debo unas líneas. Por cierto, a la señora Vargas, señal de que vende bien, le ha nacido un clon editorial descarado: una tal Ben Pastor, que no es prima mía y de la cual no sé nada. Enhorabuena, Fred, maja: cuando te salen imitadores es que has llegado.

En las librerías de Francia no mezclan jamás el género negro con la novela fantástica. Aquí, en cambio, me pongo de mala leche cuando veo en una tienda el rotulito de "Novela policiaca, fantástica y de terror". Se me abren las carnes al encontrar en la misma mesita a Chandler y a esa Neville o Melville o como se llame, la de "El ocho". ¡Por favor! ¡Por misericordia! ¡Un poco de respeto y de convergencia europea!

En fin, que me nacionalizo francesa ya-ya-ya. Y aprovechando que hoy es catorce de julio, digo de abril: Vive la République!

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jueves, 12 de abril de 2007

Rendell, la más grande

Lo primero que debe decirse de Ruth Rendell es que escribe mucho: sólo en castellano tiene publicadas más de treinta novelas y algún que otro volumen de relatos. ¿Vive para ello o tiene una factory de escribidores en casa? Estas dudas y suposiciones forman parte del encanto tremendo de esta señora.

Rendell escribe tres tipos de novelas. En el primer tipo tenemos las tradicionales inglesas de puzzle, investigación y whodunnit. El protagonista es el inspector Wexford, funcionario de policía del pueblecito imaginario de Kingsmarkhan, al sur de Londres.

En el segundo tipo tenemos las novelas de psicópata, mis favoritas. Un simpático psicópata las protagoniza. Suele ser una tipa o un tipo que al comienzo del relato parece un poco maniático, un pelín chalao, y al final acaba montando la de dios. Rendell se luce en estas novelas con las descripciones. Servidora no es amiga de las descripciones: a menudo me las salto en otras novelas, pero las de Rendell no me las pierdo, pues verdaderamente describen, dibujan, pintan, fotografían, no se pierden en laberintos estilísticos ni en lucimiento de prosa.

En las descripciones Rendell se sirve de dos recursos clave: ropa y marcas. En cuanto aparece un personaje, nos nombra de pies a cabeza todo lo que lleva puesto. Y si se cambia de vestimenta, lo repite, porque sabe que eso dice mucho del personaje. En cuanto a las marcas, no se corta un pelo si tiene que decir qué revistas compra el prota de Carne Trémula, o qué chocolatinas la de La mujer de piedra, sin llegar jamás a los límites abrumadores de Bret Easton Ellis en American Psycho.

A los amantes de Londres les recomiendo que lean estas novelas con un plano de la ciudad a mano. De paso recomiendo leer las de Jonquet con un plano de París, y las de Markaris, con uno de Atenas.

Y en tercer lugar tenemos las novelas que Rendell firma con el seudónimo de Barbara Vine. Algún purista no las clasificaría de novelas negras, pues sólo tocan tangencialmente el género. Como no sé definirlas bien en conjunto (¿intriga?, ¿investigación criminal histórica?), resumo la trama de un par de ellas. En La mariposa negra, la hija de un célebre escritor, recién fallecido, pretende llenar ciertos vacíos de la biografía de su padre. En mi favorita, Inocencia singular, dos mujeres se disputan salomónicamente la maternidad de una criatura y una de ellas acaba en la horca; es la historia de la última mujer que murió así ajusticiada en Inglaterra.

Conozco tres pelis basadas en novelas de Rendell: las tres parten de novelas del tipo dos. Una es la famosísima Carne trémula, de Almodóvar, de la cual siempre he pensado que Pedro se podía haber ahorrado los derechos de autor que pagó para poder rodarla, porque cualquier parecido con la novela es pura chiripa.

Las otras dos pelis son de mi admirado Claude Chabrol. Una es La ceremonia, basada en La mujer de piedra, excelentes y recomendables ambas. Otra es La dama de honor, basada no en una novela como las demás, sino en un relato breve. Las dos tienen guiones sólidos e intérpretes impecables; como es habitual en Chabrol, vamos.

Según cuenta en las entrevistas, Rendell se dedica en cuerpo y alma a su oficio de escribidora. Apenas sale de casa: escribe por las mañanas y lee y se documenta por las tardes. Encuentra tiempo, eso sí, para sus labores políticas: es miembro de la Cámara de los Lords por el Partido Laborista.

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domingo, 8 de abril de 2007

GraftonKinseymanía

Lawrence Block publicó en 1994 "El ladrón que no quería robar". La primera edición española, en bolsillo de Plaza & Janés, salió en 1999, con traducción de Daniel Aguirre Oteiza. La novela es la sexta de la serie de Bernie Rhodenbarr, el ladrón-de-guante-blanco-librero-de-viejo que vive y ejerce en Nueva York.

En el primer capítulo de la novela, un tipo entra en la tienda de Bernie, Barnegat Books, y le paga ochenta dólares (de 1994) por una primera edición de "L" ist for Lawless, de Sue Grafton. El comprador es alguien que no lee libros, sólo compra por invertir: le dice a Bernie (para quien los libros son verdaderamente afición, ya que se gana la vida robando), que "C" ist for Corps valía menos de quince dólares cuando se publicó y ya cuesta noventa.

Todo esto es ficción, claro, pero nos da una idea del tamaño de la GraftonKinseymanía.

En el segundo capítulo Bernie charla con su amiga Carolyn, la lesbiana que trabaja en un establecimiento de estética para animales. Bernie le cuenta el susedido del libro y Carolyn pregunta:
- ¿Tu crees que es lesbiana?
- ¿Sue Grafton? Pues no, no lo creo.
- No me refería a Grafton, sino a Kinsey Millhone. No le gusta llevar maquillaje, tiene un vestido para todas las ocasiones y una actitud práctica y poco sentimental; es una mujer dura, sensata, lógica. Fíjate en los tíos con los que se lía, como ese policía idiota. No es más que un camuflaje.

Tengo para mí que la GraftonKinseymanía nos afecta principalmente a las chicas. Con algunas excepciones: también afecta a los hombres excepcionales.

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viernes, 6 de abril de 2007

domingo, 1 de abril de 2007

S de silencio. ¡Ya está aquíiii!

Ya está aquí. Acaba de publicarse en español "S de silencio", la última entrega del Alfabeto del Crimen de Sue Grafton. Como siempre, en Tusquets, en la colección Andanzas, con su característica portada en negro y giallo, su estupenda ilustración de Loredano y traducción de Carlos Milla Soler. Otras novelas de la serie las ha traducido magníficamente Antonio Prometeo Moya.

Baile de fechas, para empezar, y hacia atrás. 2007, marzo: sale la primera edición de "S de silencio" en español. 2005: se publica en Penguin "S is for Silence". En la contraportada, una foto de Sue Grafton, que ya es una señora mayor.

Septiembre de 1987. Aquí comienza la acción de la novela. La detective Kinsey Millhone tiene ya treinta y siete años: todas nos hacemos viejas, querida. Grafton se resiste a introducir a su personaje en la era de los teléfonos móviles y los ordenadores. Me gustaría saber por qué. A Millhone le encargan investigar una desaparición acaecida en

1953. Más años: Violet Sullivan tenía veinticuatro. Se había casado a los quince y parido una hija a los dieciséis. Su marido la zumbaba. Desapareció. De entrada, no me pregunto por qué.

Sí se lo pregunta, treinta y cuatro años después, su hija Daisy, y por eso contrata a Millhone. Quiere saber por qué su madre se llevó "al puto perro" y la abandonó a ella. Grafton se esmera en el retrato de esta mujer eternamente abandonada: ... bebe más de la cuenta , y cuando bebe, coquetea, y cuando coquetea, se cuelga del primer fracasado que se le cruza por delante. En cuestión de hombres tiene pésimo gusto. (...) Siempre anda buscando el "verdadero amor", pero no tiene la menor idea de lo que es. (...) Se ha divorciado cuatro veces y se la reconcome la rabia.

Para terminar, un fragmento que hará revolverse en su tumba a Vázquez Montalbán, el padre de todos los investigadores gastrónomos: El panecillo, untado de mantequilla y bien tostado en la plancha, presentaba un intenso color marrón y estaba crujiente en los bordes. Las rodajas de salami picante se habían amalgamado con el queso fundido (Monterey Jack salpicado de pimienta roja). Cuando levanté la parte superior, la yema del huevo frito seguía hinchada y supe que rezumaría en cuanto lo mordiese, embebiendo el pan. Es raro que no dejase escapar un gemido, sólo de pensarlo.

Sólo he leído hasta la página cincuenta. Charlaremos más cuando lo acabe.

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